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El señor Barroso es un artista del
Renacimiento y para demostrar su domino en varias artes (ya habéis podido
comprobar su maestría en los escenarios y la genialidad de su pluma) os
presentamos un libro ilustrado pensado para la educación de los más pequeños
que iremos publicando durante las próximas semanas en este blog.
Como sólo hemos podido encontrar la
edición en catalán, acompañaremos su edición en este blog de una traducción
para los que tengáis dificultad con este idioma.
PEO has pain in
his foot
Text and drawings:
El señor Barroso
Catalan
translation: Eufrasio Fàbregas
He is stupid
It hurts
He is stupid
He is stupid
El Gran
Libro de Autoayuda del Señor Barroso.
-18-
Dinero
Lo mucho se vuelve poco con solo
desear más.
Quevedo
En los albores de la humanidad,
algunos de nuestros predecesores se dieron cuenta que si intercambiaban sus
bienes todos salían beneficiados (por ejemplo: si he cazado dos conejos puedo permutar
uno por manzanas a alguien que las haya recolectado, y me puedo dar el lujo de
comer conejo con manzanas), de este modo nació el comercio. A pesar de que eso
supuso un incremento en el nivel de vida de aquellos pobladores de la tierra,
pronto se vieron sus limitaciones e inconvenientes (si he cazado dos mamuts y
uno lo dedico al intercambio, ¿qué coño hago con ocho toneladas de manzanas?), por
lo que se tuvo que inventar el dinero[1].
Las primeras monedas que se
conocen se acuñaron en Lidia, y eran una mezcla de oro y plata y su valía venía
dada por la cantidad y calidad de los metales que las componían. Después se
inventó el papel moneda y el dinero ya no tenía valor per sé, si no que daba
derecho a canjearlo por cierta cantidad estipulada de oro, hoy en día el dinero
vale lo que decidan los que mandan en la economía; bajo el dictado de los que verdaderamente
mandan en la economía.
Y, por fin, llegó el invento
que estaba esperando la humanidad; la tarjeta de crédito. Esa panacea con la
que puedes comprar cualquier cosa sin pararte a pensar si está dentro de tus
posibilidades, al fin y al cabo paga el banco, hasta que llega un día que te
ves viviendo debajo de un puente y mendigando unas monedas que, evidentemente,
sólo te pueden dar los que no utilizan tarjeta de crédito.
Sin embargo, a pesar de que
el intercambio pecuniario sólo presenta ventajas (sobre todo para algunos), su
presencia en la sociedad humana no ha sido continua, hubo una etapa en la
historia de la humanidad en la que decayó la población de las ciudades, se congregó
en pequeños grupos, casi desapareció el comercio internacional y la moneda, y,
para la mayoría de las transacciones, se volvió al trueque: la maravillosa Edad
Media, floreciente época de caballeros y damas, de justas y juglares, de hambrunas
y pestes, del potro y la hoguera. Así que si eres de los que piensa que se
viviría mejor sin dinero, te recomiendo que te hagas eclesiástico o noble,
porque si te toca ser siervo desearás
que las monedas y los billetes vuelvan a la circulación antes de haber suscrito
la encomienda.
[1]
Es cierto que no se ha encontrado ningún cadáver de la época sepultado bajo una
montaña de manzanas y que tuvo que pasar un largo lapso de tiempo hasta la
invención del dinero, pero eso no menoscaba la poesía y elegancia del argumento
ni su practicidad a la hora de abordar el tema que nos ocupa.
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